Fotografías: Arriba, la psicóloga Susana Flores, compañera de viaje de turismo-aventura, en el oasis de Totoral, a 18 kilómetros de la costa; luego, Tres Playitas, hermoso camping huasquino; luego, la foto del centro, de la primera etapa, en la ruta sur de Atacama, en Carrizalillo (no confundir con Carrizal Bajo); Luego la histórica y antigua iglesia de Carrizal Bajo y finalmente, una de las playas más hermosas de Atacama, una verdadera laguna o piscina en el océano, en Carrizal Bajo.
Viajando de Huasco a Chañaral por la costa
Por Pedro Serazzi
Contaba a nuestros lectores en la edición anterior, que uno de nuestros propósitos durante dos semanas de este verano fue el recorrer nuestra Región de Atacama, desde los límites con la IV Región en la costa, hasta el extremo norte, donde nuestro Parque Nacional de Pan de Azúcar se comparte en límites con la II Región de Chile.
Viajé junto a la psicóloga Susana Flores Yáñez y quedamos cautivados con los lugares aún no conocidos y que además incluyó, al final del recorrido, un viaje a la alta cordillera, al hermoso Salar de Pedernales – a menos de 40 kilómetros en línea recta con la frontera argentina - , en cuyos sectores de lagunas abundan los flamencos rosados y otras aves exóticas. En dos semanas, nuestra carpa se armaba en camping o en lugares desolados, pero el viaje-aventura, valió la pena, porque al conocer casi la totalidad de las playas de nuestra región, nos sentimos orgullosos de la belleza de Atacama y nos encontramos con muchas sorpresas. Nuestro automóvil Kia Avella II, no sufrió mucho, salvo el polvo o «chusca», y un neumático que quedó inutilizado en los únicos 1.000 metros que no había camino de bischofita.
En los primeros cuatro días el concejal y escritor, Omar Monroy López y su esposa, Vivi Avila de Monroy, fueron buenos compañeros de viaje (en un todo terreno) y juntos disfrutamos de la belleza cautivadora de gran parte de la provincia del Huasco.
Regresando de Carrizalillo, vía Domeyko y Ruta 5, llegamos a Vallenar, para continuar vía Freirina a Huasco y luego a Tres Playitas, muy cerca de Huasco Bajo. Un balneario, con buen camping que hace honor al nombre, tres hermosas playas, un clima maravilloso y lo único que rompía la tranquilidad era el exceso de música fuerte (mal de todos los balnearios este verano). Lo demás fue, maravilloso, incluyendo las playas. Pero, lo más entretenido estaba por verse, como poder llegar a Caldera, distante a 180 kilómetros al norte de Huasco por el nuevo camino de bischofita, que acertadamente hizo el Gobierno, por intermedio del MOP, permitiendo unir todo Atacama por la costa. El camino, siendo excelente, le falta una mejor señalética.
La gente de la zona de Huasco es muy amable y se nos informó que el camino era muy bueno para vehículos livianos, lo que pudimos comprobar, salvo 1.000 metros en Carrizal Bajo (45 kilómetros al norte de Tres Playitas, donde construyen un puente). Eso nos permitió ir prácticamente playa por playa. Iban apareciendo lugares nuevos para nosotros como Los Toyos (un balneario grande), Playa Blanca y Parque Nacional Llanos de Challe, antes de llegar a Carrizal Bajo. Este último es un pueblo pequeño, rústico, hermoso, como del pasado, bien abastecido, – no caro -, que tiene camping y donde conocimos la gente más amable del recorrido, donde la historia está escrita en cada pared. Nos recibe la hermosa y alba escultura de una sirena y su histórica Iglesia. Luego, increíblemente, algo desconocido, una playa, entre las cinco mejores de Atacama, que es una piscina natural tal vez del tamaño de dos estadios, con arenas blancas y humedales con agua dulce y aves.
De allí, la tentación de conocer Canto del Agua, a 38 kilómetros al interior, un hermoso valle, cuya visita valió la pena (en todos esos lugares hay legendaria historia de la minería e incluso hoy con bastante actividad en ese rubro).
Después de unos días de descanso, disfrutando de la hospitalidad y la belleza mágica del paisaje, continuamos al norte, llegando una hora después a Caleta Totoral, donde una joven recolectora de algas nos dice que en sólo 20 minutos de viaje (18 kilómetros), podíamos llegar al hermoso oasis y pueblo de Totoral, que es un valle impresionante y lleno de frutales. En medio casi de la nada y que anteriormente estaba un poco abandonado por los antiguos y malos caminos, al igual que Carrizal Bajo, hoy su acceso es fácil por la costa o la Ruta 5 (interior), por excelente camino de bischofita. Ahí nos abastecimos con precios nada de caros y nuevamente, cariñosa acogida. Luego seguimos al norte, para acampar en Bahía Salada, siguiendo más tarde a Puerto Viejo, sector playa La Virgen (otras largas de detallar), Barranquilla, Caldera, ingresando a la Ruta 5 y armando carpa en rincones casi desconocidos de Obispito, (pasando antes y después por Rodillo, Ramada, Cabeza de Vaca, Zenteno, Punta Las Lisas, Punta Salinas, Flamenco, Las Piscinas, Las Pozitas, Piola o Paraíso, etc,. en el tramo Caldera - Chañaral) para continuar a Playa Blanca en el Parque Nacional Pan de Azúcar y armar nuevamente el campamento. Finalmente, emocionarnos, con el viaje a la cordillera, visitar a un indígena (colla) amigo en esos lares, Esteban Ramos; el pueblito colla de Agua Dulce y subiendo montaña arriba, con mucha adrenalina, la empinada cuesta que une la Quebrada Larga con el altiplano donde están las ruinas del pueblito Doña Inés y las viejas borateras y la belleza extasiante de la Cordillera de los Andes y el Salar de Pedernales y pies del volcán extinguido Doña Inés, que por heroísmo y por amor, Pedro de Valdivia le dio el nombre de su amada Inés de Suárez de Figueroa.
Viajé junto a la psicóloga Susana Flores Yáñez y quedamos cautivados con los lugares aún no conocidos y que además incluyó, al final del recorrido, un viaje a la alta cordillera, al hermoso Salar de Pedernales – a menos de 40 kilómetros en línea recta con la frontera argentina - , en cuyos sectores de lagunas abundan los flamencos rosados y otras aves exóticas. En dos semanas, nuestra carpa se armaba en camping o en lugares desolados, pero el viaje-aventura, valió la pena, porque al conocer casi la totalidad de las playas de nuestra región, nos sentimos orgullosos de la belleza de Atacama y nos encontramos con muchas sorpresas. Nuestro automóvil Kia Avella II, no sufrió mucho, salvo el polvo o «chusca», y un neumático que quedó inutilizado en los únicos 1.000 metros que no había camino de bischofita.
En los primeros cuatro días el concejal y escritor, Omar Monroy López y su esposa, Vivi Avila de Monroy, fueron buenos compañeros de viaje (en un todo terreno) y juntos disfrutamos de la belleza cautivadora de gran parte de la provincia del Huasco.
Regresando de Carrizalillo, vía Domeyko y Ruta 5, llegamos a Vallenar, para continuar vía Freirina a Huasco y luego a Tres Playitas, muy cerca de Huasco Bajo. Un balneario, con buen camping que hace honor al nombre, tres hermosas playas, un clima maravilloso y lo único que rompía la tranquilidad era el exceso de música fuerte (mal de todos los balnearios este verano). Lo demás fue, maravilloso, incluyendo las playas. Pero, lo más entretenido estaba por verse, como poder llegar a Caldera, distante a 180 kilómetros al norte de Huasco por el nuevo camino de bischofita, que acertadamente hizo el Gobierno, por intermedio del MOP, permitiendo unir todo Atacama por la costa. El camino, siendo excelente, le falta una mejor señalética.
La gente de la zona de Huasco es muy amable y se nos informó que el camino era muy bueno para vehículos livianos, lo que pudimos comprobar, salvo 1.000 metros en Carrizal Bajo (45 kilómetros al norte de Tres Playitas, donde construyen un puente). Eso nos permitió ir prácticamente playa por playa. Iban apareciendo lugares nuevos para nosotros como Los Toyos (un balneario grande), Playa Blanca y Parque Nacional Llanos de Challe, antes de llegar a Carrizal Bajo. Este último es un pueblo pequeño, rústico, hermoso, como del pasado, bien abastecido, – no caro -, que tiene camping y donde conocimos la gente más amable del recorrido, donde la historia está escrita en cada pared. Nos recibe la hermosa y alba escultura de una sirena y su histórica Iglesia. Luego, increíblemente, algo desconocido, una playa, entre las cinco mejores de Atacama, que es una piscina natural tal vez del tamaño de dos estadios, con arenas blancas y humedales con agua dulce y aves.
De allí, la tentación de conocer Canto del Agua, a 38 kilómetros al interior, un hermoso valle, cuya visita valió la pena (en todos esos lugares hay legendaria historia de la minería e incluso hoy con bastante actividad en ese rubro).
Después de unos días de descanso, disfrutando de la hospitalidad y la belleza mágica del paisaje, continuamos al norte, llegando una hora después a Caleta Totoral, donde una joven recolectora de algas nos dice que en sólo 20 minutos de viaje (18 kilómetros), podíamos llegar al hermoso oasis y pueblo de Totoral, que es un valle impresionante y lleno de frutales. En medio casi de la nada y que anteriormente estaba un poco abandonado por los antiguos y malos caminos, al igual que Carrizal Bajo, hoy su acceso es fácil por la costa o la Ruta 5 (interior), por excelente camino de bischofita. Ahí nos abastecimos con precios nada de caros y nuevamente, cariñosa acogida. Luego seguimos al norte, para acampar en Bahía Salada, siguiendo más tarde a Puerto Viejo, sector playa La Virgen (otras largas de detallar), Barranquilla, Caldera, ingresando a la Ruta 5 y armando carpa en rincones casi desconocidos de Obispito, (pasando antes y después por Rodillo, Ramada, Cabeza de Vaca, Zenteno, Punta Las Lisas, Punta Salinas, Flamenco, Las Piscinas, Las Pozitas, Piola o Paraíso, etc,. en el tramo Caldera - Chañaral) para continuar a Playa Blanca en el Parque Nacional Pan de Azúcar y armar nuevamente el campamento. Finalmente, emocionarnos, con el viaje a la cordillera, visitar a un indígena (colla) amigo en esos lares, Esteban Ramos; el pueblito colla de Agua Dulce y subiendo montaña arriba, con mucha adrenalina, la empinada cuesta que une la Quebrada Larga con el altiplano donde están las ruinas del pueblito Doña Inés y las viejas borateras y la belleza extasiante de la Cordillera de los Andes y el Salar de Pedernales y pies del volcán extinguido Doña Inés, que por heroísmo y por amor, Pedro de Valdivia le dio el nombre de su amada Inés de Suárez de Figueroa.
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