¿Aburrido de estar aburrido?
Por Pedro Serazzi
Algo de sangre de los camanchacas (changos) debe correr por mis venas que le tengo tanto amor al mar, o la costa, y a los cerros, lugares donde me encanta ir durante todo el año. A veces, estando en esos lugares con la familia, o con amigos o amigas, mirando en invierno la inmensidad del hermoso paisaje, aún siendo día nublado, las conversaciones suelen irse por todos los tópicos de cosas hermosas. Lo que ocurre es que el paisaje nos arrebata un montón de penas y hasta los problemas cotidianos del día a día, que deberemos enfrentar el lunes, pero esa poción mágica que nos dan los dioses antiguos de la naturaleza, son un buen aliciente. A veces los domingos son tristes y solos en Chañaral. Pensado en eso me quedo con la frase de una amiga que dijo: “Estoy aburrida de estar aburrida”.
Hace pocos días llovió, bastante, tal vez menos de lo deseable para el verdor de los cerros y el crecimiento de plantas y flores en la zona, pero todo indica que sí tendremos desierto florido, con todas esas flores hermosas donde reina el lirio, aunque es posible encontrar otras especies muy bellas, entre ellas añañucas y amapolas, por la zona de Obispito. Además, estarán los otros protagonistas que embellecen el paisaje de los cerros y en algunos casos, casi a la orilla del mar, los pajaritos del cerro, los zorros bajarán más a la costa y aparecerán las esquivas liebres y con un poco de suerte veremos como nos atisban los guanacos. Muchos cerros de la cordillera de la costa cambiarán los acostumbrados colores de sus pastas metálicas por el muticolorido de la vegetación. Entonces será una delicia caminar por el lado de lirios, “Don Diego de la noche”, capachitos, campanitas, cebollines, patas de guanaco, etc.; y lecheros, lechuguilla, vinagrillo, churquis, cactus en flor, por nombrar algunos. El mejor territorio, como siempre, serán las quebradas. Algunos de los buenos lugares: de sur a norte: Parque Nacional Pan de Azúcar (numerosos accesos, incluyendo las dos quebradas de Playa Blanca, Río Seco, Falda Verde, Las Pircas (arriba de Barquito), Mina Ortiz (frente al Caleuche) la Chañarala, La Cascada, Quebrada de Animas - hay numerosas entradas (tal vez una de las mejores, frente a Portofino) y Flamenco (varias quebradas). Más al sur, ya en la comuna de Caldera, quebradas Las Lisas, La Salada y Obispito.
Ahora es más fácil que hace pocos años ir al cerro o la playa, porque en la mayoría de las familias alguien tienen un vehículo, si no es casa, el pariente, el amigo. Y no es básico tener un 4 x 4, la gracia de las excursiones es caminar y si hay que llevar a la abuelita, que es muy anciana, están los lugares de fácil acceso en las quebradas, como Animas, por ejemplo. Diferente era en épocas de la infancia de muchos como yo, que íbamos a pie y buscábamos lugares más cercanos como las quebradas El Cabrito, Conchuelas, Falda Verde, cerro La Bandera, El Toro, Las Pircas, donde a falta de termos, en el hogar no nos facilitaban la tetera enlozada y debíamos recurrir a los “tachos” y a falta de mochilas, que no estaban de moda, en bolsa de género llevábamos nuestras raciones. Ibamos y volvíamos felices y la amistad se convertía en verbo. Pocas veces contábamos con una cámara fotográfica de rollo, de filmadora ni hablar, pero las experiencias vividas, viendo tanta belleza, disfrutando de nuestras charlas y hasta de las mentiras del mentiroso eterno, de las leyendas transmitidas de nuestros abuelos y de las penaduras. Si se hacía de noche y alumbrándonos con una sola linterna para el regreso, hacíamos oraciones al Todopoderoso para que el coludo, o el minero sin cabeza no nos acechara en el camino a casa.
Por Pedro Serazzi
Algo de sangre de los camanchacas (changos) debe correr por mis venas que le tengo tanto amor al mar, o la costa, y a los cerros, lugares donde me encanta ir durante todo el año. A veces, estando en esos lugares con la familia, o con amigos o amigas, mirando en invierno la inmensidad del hermoso paisaje, aún siendo día nublado, las conversaciones suelen irse por todos los tópicos de cosas hermosas. Lo que ocurre es que el paisaje nos arrebata un montón de penas y hasta los problemas cotidianos del día a día, que deberemos enfrentar el lunes, pero esa poción mágica que nos dan los dioses antiguos de la naturaleza, son un buen aliciente. A veces los domingos son tristes y solos en Chañaral. Pensado en eso me quedo con la frase de una amiga que dijo: “Estoy aburrida de estar aburrida”.
Hace pocos días llovió, bastante, tal vez menos de lo deseable para el verdor de los cerros y el crecimiento de plantas y flores en la zona, pero todo indica que sí tendremos desierto florido, con todas esas flores hermosas donde reina el lirio, aunque es posible encontrar otras especies muy bellas, entre ellas añañucas y amapolas, por la zona de Obispito. Además, estarán los otros protagonistas que embellecen el paisaje de los cerros y en algunos casos, casi a la orilla del mar, los pajaritos del cerro, los zorros bajarán más a la costa y aparecerán las esquivas liebres y con un poco de suerte veremos como nos atisban los guanacos. Muchos cerros de la cordillera de la costa cambiarán los acostumbrados colores de sus pastas metálicas por el muticolorido de la vegetación. Entonces será una delicia caminar por el lado de lirios, “Don Diego de la noche”, capachitos, campanitas, cebollines, patas de guanaco, etc.; y lecheros, lechuguilla, vinagrillo, churquis, cactus en flor, por nombrar algunos. El mejor territorio, como siempre, serán las quebradas. Algunos de los buenos lugares: de sur a norte: Parque Nacional Pan de Azúcar (numerosos accesos, incluyendo las dos quebradas de Playa Blanca, Río Seco, Falda Verde, Las Pircas (arriba de Barquito), Mina Ortiz (frente al Caleuche) la Chañarala, La Cascada, Quebrada de Animas - hay numerosas entradas (tal vez una de las mejores, frente a Portofino) y Flamenco (varias quebradas). Más al sur, ya en la comuna de Caldera, quebradas Las Lisas, La Salada y Obispito.
Ahora es más fácil que hace pocos años ir al cerro o la playa, porque en la mayoría de las familias alguien tienen un vehículo, si no es casa, el pariente, el amigo. Y no es básico tener un 4 x 4, la gracia de las excursiones es caminar y si hay que llevar a la abuelita, que es muy anciana, están los lugares de fácil acceso en las quebradas, como Animas, por ejemplo. Diferente era en épocas de la infancia de muchos como yo, que íbamos a pie y buscábamos lugares más cercanos como las quebradas El Cabrito, Conchuelas, Falda Verde, cerro La Bandera, El Toro, Las Pircas, donde a falta de termos, en el hogar no nos facilitaban la tetera enlozada y debíamos recurrir a los “tachos” y a falta de mochilas, que no estaban de moda, en bolsa de género llevábamos nuestras raciones. Ibamos y volvíamos felices y la amistad se convertía en verbo. Pocas veces contábamos con una cámara fotográfica de rollo, de filmadora ni hablar, pero las experiencias vividas, viendo tanta belleza, disfrutando de nuestras charlas y hasta de las mentiras del mentiroso eterno, de las leyendas transmitidas de nuestros abuelos y de las penaduras. Si se hacía de noche y alumbrándonos con una sola linterna para el regreso, hacíamos oraciones al Todopoderoso para que el coludo, o el minero sin cabeza no nos acechara en el camino a casa.
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